Una escuela de vida rural

Ya sea por necesidades económicas, por vocación, por alternativa de vida o por el simple gusto de disfrutar de los productos que ofrece la naturaleza, el campo comienza de nuevo a revalorizarse como auténtico medio de vida y una alternativa bastante acertada de autoconsumo. Por eso, me parecía bastante interesante contaros una de las iniciativas más novedosas de mi comarca: la cooperativa ‘El Manzano’, en las inmediaciones de la localidad Montejícar.

 

Allá por el año 1986 comenzaba este proyecto de formación y autoempleo mediante la ganadería y la agricultura. Con más de 20 años de historia ya, la¡a iniciativa sigue creciendo y desarrollando nuevos ámbitos de actuación mediante los que fomentar el autoconsumo. Actualmente cuenta con una base territorial de quince hectáreas, unas naves para el ganado y cuatro casas para aulas y hospedaje.

Rafa Villadén es miembro activo y uno de los fundadores de la cooperativa. A través de la ‘escuela de vida rural’ apuestan por la empleabilidad y recuperación de técnicas tradicionales: “En El Manzano funcionamos a modo de escuela. Nuestro lema es la formación y el autoempleo a pequeña escala, ya sea haciendo queso, pan, cultivando la huerta, etc. La gente viene a formarse y aprender a cambio de ayudarnos a producir,” señala Rafa.

La idea de esta ‘escuela de vida rural’ es por tanto, facilitar la formación a personas que necesitan ‘reciclarse’. Tal y como señala Villadén, “parte de las personas que hay aquí son gente que ha estado en centros de investigación, que ha salido de la universidad, que no conocen nada del campo y quieren ensayar una manera de vivir diferente”.

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Pastoreo en El Manzano

Normalmente hay una persona que conoce el tema y coordina a cada grupo. La estancia media suele ser de quince días a un mes con una variada oferta de actividades: cuidado de cabras, manejo de un rebaño, huerta y cultivos de secano, leguminosas y cereales o transformado de lácteos, entre otras muchas.

Su próximo proyecto es el pastoreo de gallinas sobre el olivar, planteando así una alternativa a la erosión y fertilización química: “Vamos a averiguar cuantas gallinas pueden pastorear en una hectárea y que costes de producción suponen para abaratar los huevos. Además, un gran porcentaje de su dieta será hierba y no habrá que usar herbicidas para combatirla,” explica Rafa.

El panorama ha cambiado

El perfil más común de los interesados son personas de entre 25 y 35 años que ya han estado estudiando o trabajando. Según destaca este miembro fundador en un principio acudían sobre todo extranjeros, pero en los últimos años aprecia un aumento considerable de gente del propio país: “Eso significa que en España algo está cambiando. La gente se fue del campo y ahora vuelve. Nuestra idea es decrecer y volver a la tierra para tener una vida saludable,” añade Rafa, que insiste en este proyecto no como una salida al paro, sino como una alternativa a otra forma de vida.

La huerta en El Manzano

Estas razones son precisamente las que impulsaron a sus actuales huéspedes a vivir tal experiencia en ‘El Manzano’. Entre ellos se encuentra una hortelana cordobesa de 34 años, María Sevilla. Su estancia se ha prolongado durante casi dos meses: “Mi relación es con la huerta y la tierra de ‘El Manzano’ me ha dado la oportunidad.” María cree que hay que volver al campo, puesto que “empezar a producir parte de los alimentos puede ser una buena solución a la actual situación.”

A sus 30 años, Hilario Hico también apuesta por este modelo de vida. Este granadino licenciado en Ciencias Ambientales con un máster en Biología Agraria lleva ya un año instalado en esta cooperativa y no ha considerado aún una fecha para marcharse. Asegura que puede ser una salida para muchos jóvenes, “pero sabiendo las necesidades y lo que el campo te puede ofrecer.”

Pero si hay alguien que ya conoce de verdad lo que es el campo, el mejor ejemplo se encuentra en Pierre, uno de los miembros más veteranos. Este agrónomo belga de 29 años vino al lugar buscando una forma alternativa de vida. Le gustó tanto ‘El Manzano’ que decidió quedarse para aprender un poco de todo. Pierre asegura que España ofrece más posibilidades para este tipo de prácticas:  «En Bélgica el campo está muy industrializado y ocupado por la agricultura convencional. Aquí quizás hay zonas donde hay mas libertad de acción.”Pierre vendiendo los productos del Manzano

Como el resto de sus compañeros, él también cree que el futuro está en el campo: “Creo que lo mas gratificante es poder vivir de lo que estas haciendo sin cobrar necesariamente un salario, sino de lo que produces directamente.”

A pesar de que ahora son más los interesados en esta cooperativa, Rafa Villadén reconoce que siguen siendo considerados una excepción en la zona: “La gente nos ve raros porque no pensamos en ganar dinero, sino en integrarnos con el medio ambiente y producir como un método de autogestión y autoempleo.”

Para este colectivo constituye un grave error la práctica de monocultivo de olivar en la comarca. Argumentan que este tipo de agricultura depende de muchos factores externos, como son el precio del aceite o los principales inputs agrícolas (abonos y herbicidas): “Podría llegar un momento en que fuera antieconómico hacerlo. De hecho, casi es seguro que la gente de esta comarca vive de subvenciones y no de producir aceite.”, señala.

Una apuesta innovadora: La ‘Cooperativa Integral Granaína’

La venta de productos ecológicos de ‘El Manzano’ se destina directamente a grupos de consumidores. En esta misma línea, junto otros colectivos afines a la agricultura ecológica acaban de crear hace algunos meses la ‘Cooperativa Integral Granaína’. No se centran solamente en el autoconsumo, sino también en la dinámica de un sistema de autogestión de alimentación destinado a los consumidores de productos ecológicos.

En esta cooperativa de servicios y consumo la gente ofrece y demanda productos. En lugar de pagarse con dinero se intercambian servicios con los que compensar el intercambio: “La idea es que nos ayude a todos a autoemplearnos, disminuya costes, inversiones y colectivice. Básicamente, que trabajemos lo que necesitamos y no lo que nos obliga el sistema.”, matiza Rafa.

Estos colectivos no creen en una agricultura intensivista y contaminante o actividades derrochadoras de energía, sino que apuestan por este sistema como el tránsito del capitalismo a un sistema más justo de distribución de riqueza, trabajo e incluso ocio.

La reflexión por tanto sigue abierta a lo que las nuevas generaciones pretendan plantearse y llevar a cabo. De lo que sí estoy seguro es de que el conocimiento y la experiencia de la vida rural debería ser materia obligada para cualquier ciudadano. Somos lo que comemos, somos lo que la tierra nos ofrece.

Luis Manuel