Dice el viejo refranero: “aprovechar bien la lumbre, es buena costumbre”. Una fogata, una candela o una hoguera, durante largo tiempo ha sido la lumbre pilar fundamental de cada hogar. Más allá de un simple fuego combatiente contra los duros inviernos, surgía de entre las llamas un calor humano y acogedor, centro de la reunión en el hogar. He aquí una historia común en el pasado de las gentes, y como no, en los pueblos de mi Andalucía…
Tiempo de lumbre, tiempo de aceituna. Se levanta el humilde jornalero con la helada de la madrugada para hacer frente a un día duro en el campo. Se dispone a preparar la lumbre, para que a la vuelta sea de buen agrado con un solo chispazo. Ingredientes: palos y troncos (de la tala del año anterior), paja y estiércol de mulos y burros (para que aguante todo el día). Ahora sí, marcha el buen trabajador a su día de labores en los olivares andaluces. Mientras, en el rincón, espera una lumbre la llegada del inquilino.
Después de una jornada larga – entre vareo, rastrillo y recolección – llega el morador a su morada. Ahora sí, lumbre que te quiero lumbre, comienza a arder la hoguera regalando llamaradas. Todos se calientan arrimaditos al rincón, en sus sillitas bajas de anea, y es que la “La lumbre en el hogar solo calienta hasta el umbral”.
Cocinita y cocinera
El calor no alimenta, es por eso que llega el momento de la comida más suculenta. Un trozo de pan y algo de fiambre en el campo han sido los únicos manjares dignos de probar hasta el momento. Pero ahora sí, es la lumbre cocinita y cocinera: cocidos, potajes, papas, arroz, migas,…Cualquier alimento es digno de ocupar un lugar en las brasas, con el único requisito de alojarse en una gran olla o sartén apoyadas en las estrebes. No hay que olvidar el entierro más delicioso, aquel en el que se esconden bajo las ascuas futuros asados como papas, boniatos, castañas e incluso gambas. Las tenazas los rescatarán del olvido para disfrutarlos en su punto más jugoso.
Medalla de oro para el asado de la matanza: chorizo, panceta, costillas,…Todo forma parte de la “chicharra”, la parte del cerdo destinada a una digna barbacoa como es el caso que aquí les presento. Como grandes finalistas de este gran majar también cabe destacar la “ropa vieja”, que se obtiene con el cocido de otro día (se fríen los garbanzos machacados con la ayuda de un tenedor y se le añade un poco de cebolla). Sin duda alguna, lo más propicio para días invernales son las “gachas de segaor”, elaboradas con pan duro de otro día, a las que se añaden torreznos (tocino frito) y lo que quiera el buen cocinero.
Que por comida no sea, pues hasta unas improvisadas palomitas pueden grandes compañeras de la lumbre. Aún recuerdo cuando mi abuelo nos las hacía en una sartén puesta al fuego de la hoguera. La gracia del juego no era otra que dejarla tal cual, sin taparla y cuando el maíz rompía en palomita la habitación se convertía en un divertido castillo de fuegos artificiales en versión palomita, y es que la lumbre es un fuego que se presta a todo.
Más y más, para mucho más la hoguera servirá. En el próximo post todo se averiguará…
Luis Manuel