Si bien es verdad que los cortijos eran el único medio de vida para muchas familias, las oportunidades de buscar una vida mejor que el campo tampoco eran desaprovechadas por los más valientes. Unos venían y otros se iban, como Esperanza Martínez, que con apenas 3 años se fue con su familia del cortijo “Las Cabilas”, entre Campotéjar y Dehesas Viejas. Su padre era el casero, eran 5 hermanos y solo había una habitación para todos.
Desde que se fueron, esta familia vivió en Palma de Mallorca. Esperanza tiene ahora 55 años y poco después de que su padre haya muerto ha vuelto a visitar el cortijo porque “tenía una deuda con su pasado de volver al escenario del que tanto mi padre hablaba”. Al volver a sus orígenes se ha encontrado que “Las Cabilas” han cambiado de dueños, pero le han permitido volver a ver su primer hogar: “Me he emocionado muchísimo, incluso he encontrado unas figuras de esparto de las que hacía mi padre. Ahora me siento satisfecha por haber cumplido la deuda que tenía por mi padre”.
Un buen medio de vida
Y no solo se encuentran historias del pasado en los cortijos, sino también del propio presente. Este el caso de Encarni Hervas, vecina de Dehesas Viejas. Después de casarse y sin recuerdos previos, Encarni quiso construir una pequeña casa en el cortijo “El Pozuelo”. Con el paso del tiempo ha hecho mejoras en su propiedad y en la actualidad cuenta con vivero propio, animales, hortalizas, olivos e incluso una piscina.
El marido de Encarni se encarga de las labores del campo, pero ella tiene un estanco en el pueblo y solo puede disfrutar del cortijo los fines de semana: “Si no tuviera este trabajo pasaría más tiempo allí. Siempre estoy deseando tener un día libre para pasarlo en el cortijo. En el caso de que la crisis me afectara mucho nos buscaríamos la vida en el Pozuelo autoabasteciéndonos”, afirma Encarni.
Son tantísimas las historias que hay detrás de cada cortijo, de cada trozo de pared en cada una de sus casas, que es sería imposible olvidar y sentir que forman parte de nuestra historia. Tampoco podemos considerarlos como un pasado que llego a su fin, pues viven más que nunca en la memoria de sus testigos. En plena crisis quizás sea esta la ocasión para que los cortijos ofrezcan verdaderas oportunidades como medios de vida para quien lo necesite.
FIN
Luis Manuel
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